Virginia Blanes
Si hay alguna persona que te puede enseñar a conocer cada rincón de tu corazón esa es Virginia Blanes. Aunque, en realidad, somos cada una y cada uno de nosotros quienes tenemos que hacer el trabajo “sucio”, pero ella, con su honestidad tan brutal, te ayuda a mirarte de forma amorosa.
Yo no pretendo ser alguien más que te hable de auto ayuda.
Recuerdo cuando leí el libro de Virginia, el que hablaba de ser padres e hijos. Su lectura, me ayudó a reconciliarme con esa parte de mí y sí, esos roles forman parte de mi corazón. Porque soy hija y tengo hijos. Pero me doy cuenta que no solo vivimos nuestros roles, sino que los sentimos y experimentamos de formas muy distintas.
Hay días que parecen fáciles de sobrellevar, otros se hacen más complicados. Pero recuerdo que Virginia fue la que con sus palabras, crudas a veces, me ayudó a aprender a amarme.
Quizás amarse sea un arte, aprender día a día, a amarse más y mejor. Eso que parece que sabemos hacer muy bien con otras personas y que nos cuesta tanto hacerlo a nosotros mismos.
Me gusta de ella, que te lleva a mirarte de verdad. Quizás dice cosas que no te gusta oír, pero te quedas ahí, leyéndola, escuchándola, sintiendo como poco a poco tu alma se va curando. Porque sí, estamos llenos de heridas, las que nos infligimos a nosotros mismos, las que permitimos que nos inflijan y las que sin querer, nos hieren en ese día a día, mientras practicamos a vivir disfrazados de esos roles con los que todos nos hemos vestido.
Pero quizás de eso trata la vida, de heridas y de tiritas. De no dejar que esas heridas nos maten y de aprender a poner tiritas en esos lugares que más necesitamos. Quizás la vida se trata de aprender a amarnos. Pero a amarnos bien, a dejarnos en paz, a cuidarnos, como si fuéramos un tesoro. Al fin y al cabo, creo que todos somos como un diamante en bruto, que necesita pulirse para convertirse en esa piedra preciosa que somos. Y solo existe una forma posible, para convertirnos en lo que hemos venido a ser, amarnos.