• Hormonas de la felicidad, ¿amigas o enemigas?

    La cara oculta de las hormonas de la felicidad, oxitocina, serotonina, dopamina…opino que tienen dos caras dependiendo desde dónde se generen, desde el amor o desde el miedo.

    Viajar, amar, comprar, comer, beber… generan oxitocina (la hormona de la felicidad) y está muy bien en su correcta dosis, pero el cerebro quiere sentir el placer que le generan esas hormonas para no tener que “sufrir” lo que conlleva lo que otras hormonas no tan agradables nos hacen sentir cuando estamos solos con nosotros mismos y nos tenemos que enfrentar a las heridas emocionales que no están sanadas.

    Esas heridas siguen actuando constantemente, porque están en el inconsciente. Tenemos que saber que el inconsciente siempre vive en el presente, porque para él la línea temporal espacio-tiempo no existe, por eso, si hay dolor no sanado del pasado, seguirá doliendo en tu presente.

    Y ¿por qué caemos con tanta facilidad en la adicción a relaciones, comida, juego, compra, viajes? Porque el cerebro funciona con la ley del mínimo esfuerzo, si cuando compra, ama, come, viaja, etc. ha visto que le produce hormonas que le hacen sentir “bien” nos va a enfocar en esas cosas constantemente.

    ¿Y por qué cuando no lo obtenemos el síntoma que produce nuestro cuerpo es ansiedad? Porque le da miedo el futuro sin ello y por eso no nos calmamos hasta que obtenemos nuestra “dosis” de alguna de esas hormonas enmascaradas en cualquiera de esas circunstancias.

    Entonces se entra en un círculo vicioso del que es muy difícil salir, porque tu cerebro está en constante alerta buscando generar esas hormonas con cosas que provienen del exterior, y nos volvemos “adictos” a esa fuente de “felicidad” pero que a medio-largo plazo lo que hace es convertirse realmente en nuestra fuente de infelicidad porque si no obtenemos nuestra dosis diaria, eso nos hace sentir muy mal.

    Cuando entramos en ese círculo vicioso es muy difícil ver con claridad y de forma consciente cuando un amor se vuelve tóxico, o comemos comida basura, o bebemos en exceso, o compramos cosas innecesarias y lo justificamos de innumerables formas diferentes para autoconvencernos de que todo eso es bueno para nosotros.

    Síntomas como la depresión se genera cuando no tenemos esas cosas que creemos son la felicidad, porque no las podemos conseguir por cualquier motivo y hace que nuestro autoconcepto se vea condicionado con base a si podemos tener o no tener todo eso y es ahí cuando baja mucho la autoestima y en consecuencia volvemos a entrar en ese círculo vicioso para intentar “subirla” consumiendo de nuevo de una forma rápida y nada sana.

    La consecuencia de esa búsqueda constante en el exterior conlleva una desconexión de nuestro mundo interior y, por tanto, nos convertimos en seres incapaces de autogenerarnos dichas hormonas basándonos en conductas que provengan exclusivamente de nuestras propias decisiones personales.

    Es decir, comprometernos con algo que dependa exclusivamente de nosotros y nuestras acciones y ¿por qué cada vez esto tan fácil de decir se vuelve más difícil? Porque estamos constantemente recibiendo dopamina, la hormona que es la antesala de la felicidad (que proviene de estímulos externos, RRSS., comida rápida, no cocinamos, nos lo traen hecho, no vamos al cine, lo tenemos en casa, etc.) y eso no nos permite enfocarnos con claridad en algo que provenga de nuestro interior.

    Estamos buscando constantemente en el exterior para no estar conectados con nosotros mismos y esta conducta en vez de acercarnos a la felicidad nos aleja de ella, además esta búsqueda se ha convertido en algo urgente, no tenemos paciencia en la obtención de resultados, hemos acostumbrado a nuestra mente al “todo ya”.

    Pero cuándo viajar, amar, comprar, comer, beber… ¿Está bien? Cuando conseguimos primero hacer el esfuerzo inverso, es decir, nos enfocamos en objetivos a medio-largo plazo y vemos los resultados que se han obtenido gracias a ellos, y será ahí cuando sintamos que somos nosotros quiénes tenemos el poder sobre nuestra felicidad porque no provendrá de factores externos, sino de compromisos internos y entonces ahí, en la correcta dosis y de forma sana podremos comer, beber, comprar, amar, viajar, etc. sin que eso suponga el riesgo de caer en algún tipo de adicción.

    Además, habremos aprendido a tener conductas sanas, es decir, no aceptaremos nada que nos genere algo negativo para nosotros, todo lo contrario, al sentirnos dueños de nuestras vidas, vamos a tomar decisiones mucho más conscientes en relación con el nivel de salud que nos pueden generar todos esos estímulos externos.

    Y volviendo al principio, si dichas hormonas se generan desde el miedo de no enfrentarnos al dolor que no está sanado de nuestra alma, es ahí cuando se convertirán en adicción, mientras que si las generamos desde el amor del compromiso adquirido con nosotros mismos, serán fuente de placer y salud.