Sin palabras.

Foto de Philip Justin Mamelic

Ahora que todos tienen palabras para los demás, yo me estoy quedando sin.

Hay demasiado dolor ahí fuera. Y no lo digo para que nos enfoquemos en eso. Lo digo porque a veces, el silencio es la mejor medicina. La más sanadora.

Agradezco a tantas personas que opinan, dan la mejor versión de sí mismos para que de alguna forma eso nos ayude a los demás.

Pero ahora, yo, solo quería compartir esto, silencio.

Silencio para recordar.

Silencio para pensar en nuestro futuro, si es que tenemos.

Silencio para crearlo, desde este presente incierto.

Silencio para llenarnos de bonitos recuerdos.

Silencio para acariciarnos de música.

Silencio para aprender a amarnos más y mejor.

Silencio para cuidarnos, para tratarnos de una vez por todas con ternura, en todos los ámbitos de nuestra vida.

Silencio para encontrar dentro de nosotros, quienes somos en realidad. Qué nos gusta, qué nos disgusta. Con quién queremos estar y con quién no.

Silencio para podernos decir esas palabras que nadie nos dice.

Silencio para soñar.

Silencio para dormir.

Silencio para encontrar esas palabras que siempre nos hicieron falta.

Silencio para mirar al cielo y pensar en los que ya no están.

Silencio para mirar una flor y ver su absoluta majestuosidad.

Silencio para dejar correr las lágrimas.

Silencio para reír.

Silencio para comprender al otro.

Silencio para acallar a quiénes les quedan grandes las palabras.

Silencio para saber cuando gritar.

En definitiva, silencio para vivir.

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