Espiritualidad, buena o mala?

La verdadera espiritualidad.

No me puedo considerar una persona espiritual porque me cuesta meditar, casi no lo hago, no soporto el yoga y eso que lo he intentado varias veces, respiro mal y me cuesta muy poco tener pensamientos negativos.

Pero creo que tenemos que vigilar con las personas que se consideran espirituales, con las que como yo seguramente nos hemos permitido el lujo de decirle a alguien lo que está bien o mal en su vida.

Pues no, eso es EGO, no hay espiritualidad en nosotros por muchos libros que leamos.

Los verdaderos seres espirituales y creo que los únicos de verdad, son los niños (y también la gente anciana).

Ellos viven el presente, sin pensar en el dichoso futuro (unos porque no saben que lo tienen y los otros porque son conscientes que quizás no les queda mucho de eso).

Ellos ríen, lloran, se enfadan, se quedan mirando al infinito sin pensar. Sólo sienten y lo expresan sin disfraces.

Ellos no te dicen lo que está bien o mal en tu vida, sólo dicen la verdad, aunque duela, que si estás gorda o eres fea o guapa o que te quieren o que no lo hacen. Sonríen si tienen ganas y te abrazan por el mismo motivo, ellos son sinceros con lo que sienten y así tienen la necesidad de expresarlo.

Juegan con todo y en todo momento. Y para ellos la vida es simplemente el escenario para poder jugar libres.

Pero a medida que crecemos, los adultos nos esforzamos a moldearlos (tanto a los niños como a los mayores). ¿Y qué conseguimos en el caso de los niños? otros adultos que no saben quiénes son porque sencillamente les hemos apagado su luz con tanta “educación”. Para que luego vengan otros adultos y nos digamos mutuamente que si hacemos cosas mal o no…

Para mí esa es la espiritualidad, la única verdadera. LOS NIÑOS Y LOS ANCIANOS.

Así que voy a intentar dejar de opinar, juzgar y sólo luchar por cualquier cosa que sea una injusticia. Y dentro de esa definición de injusticia para mí es cuando alguien daña a otra persona o a ella misma. Todo lo demás está bien si para la persona que lo viva así lo está.

Y con lo que me quede de tiempo, voy a intentar aprender de los niños y de los ancianos. Nuestros verdaderos maestros espirituales.

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