El año que cambió nuestras vidas (1/2).

Año 2020. Un año que seguro vamos a recordar todos.

Eso si es que seguimos vivos, porque no deberíamos olvidar que este virus puede afectarnos a cualquiera.

Aun así parece que no lo tengamos claro. Es como si no fuera con nosotros.

Nos quejamos por eso o por lo otro. Que si la política, que el vecino, que si la crisis, etc. Algunos se han quedado sin trabajo, otros lo han multiplicado. Otros han perdido la vida, otros han perdido a un ser querido. Todos hemos perdido libertad. Demasiada pérdida y parece que poca ganancia, el saldo está bastante descompensado.

A todos nos ha afectado en menor o mayor grado. Todos hemos visto nuestras vidas condicionadas por algo tan pequeño que ni se ve.

Pero tampoco parece que recordemos que nuestra vida es finita, que puede acabar en cualquier momento y que puede ser hasta doloroso.

Pero no quería hablar de lo negativo, sólo cuatro líneas para exponer lo que yo estoy aprendiendo de todo ésto.

Me planteo mucho que si lo pillo quizás será duro, por lo que he oído. A mí me suele afectar bastante a los pulmones siempre que tengo gripe, pero no tengo miedo, sólo que soy consciente que si es tan duro como dicen, probablemente será costoso de pasar.

Estoy en la «mitad» de la vida, se supone, aunque yo diría que decir mitad es muy optimista.

Pero este tampoco es el tema, siempre me voy por las ramas… el tema es una pregunta que hace tiempo me ronda por la cabeza, «¿he sido feliz en mis trabajos?» Creo que cómo siempre he sabido que la respuesta era no, hacía tiempo que ya ni me lo planteaba.

Necesitaba tanto un trabajo para subsistir que ni me planteaba que mi verdadera prioridad debía ser la de ser feliz, la de levantarme con ilusión y no sólo para ir a trabajar, sino de poder trabajar en algo que me motivara y me hiciera sentir plena.

Por «suerte» me han despedido de mis dos anteriores trabajos, no me avergüenza decirlo, en realidad les doy las gracias, si no lo hubieran hecho, todavía estaría ahí, sufriendo, porque en realidad, me entregaba tanto en los trabajos que aparcaba mi vida, me preocupaban tanto sus negocios que olvidaba mis propias ilusiones.

Y así ha sido durante muchos años, demasiados, porque ahora, si me mata este virus o cualquier otra enfermedad, qué habrá sido de mi vida?. Dar a luz dos hijos, sí maravillosos, pero que tienen su vida y si me quieren en la suya es sólo para darles lo que necesitan, poco más.

Entonces, qué hacemos con nuestra vida? entregarla a los demás?. Una y otra vez, una y otra vez, para que el día menos pensado te den un frío finiquito o tus hijos te digan que les agobias, cuando para ti ellos lo son todo…Cosas que dicen por la edad que tienen, pero las dicen y sólo una madre o un padre sabe el daño que hace oírlas…

Y si no es eso, será otra cosa.

Por eso, este virus quizás si no nos mata, nos va a salvar, al menos hablo por mí.

No quiero volver a trabajar para otra persona que no crea en mí, con la que no pueda ser yo, no quiero dejar de ser yo, no quiero vivir condicionada, atemorizada, porque sí, la vida son dos días y ya hemos gastado uno y medio.

Tengo claro que no quiero sentir que mi trabajo no aporta nada a nadie, que no le sirve para algo a otro ser humano. Sí, quizás hacer fotocopias o facturas repercuta en algo a una empresa, pero realmente, aporta algo a otro ser humano?. Creo que no.

Me he dado cuenta que las personas somos como dioses en pequeño. Podemos crear, podemos plantar una semilla (tanto buena como mala) en el corazón o el alma de otra persona y eso, muy probablemente, sea crear.

Y cuando nos vayamos de este mundo vamos a dejar esas semillas que plantamos en su día creciendo solas…pero no sólo yo, creo que todos podemos plantar cosas buenas en los demás.

Cualquier persona, de la primera a la última tiene el mismo poder y muchas veces por desgracia, eso por lo que de alguna forma brillamos, sólo lo podemos expresar y compartir mientras trabajamos.

Si somos felices en nuestro trabajo, si podemos ser nosotr@s mismos, si podemos ir a trabajar sin miedo y si además ese trabajo nos compensa a cualquier nivel de forma suficiente, es decir, si podemos pagar gastos y además nos sobra dinero para invertir, entonces, sí, vamos a ser bastante felices.

Luego hay otras parcelas en la vida, obviamente, pero en el trabajo nos podemos realizar como personas y si nos realizamos como personas, entonces podremos dar lo que somos, podremos dar lo que tenemos a cualquier ser humano que necesite de nuestra pizca de luz, para que él o ella también aprenda a brillar.

Sé que queda como muy poético o cursi, pero es que lo creo realmente.

No sé si vale la pena pasarnos toda la vida en un trabajo que nos apague, en un trabajo en el que no podamos sonreír cuando queramos o no podamos ser todo lo que realmente somos en realidad.

Creo que este virus ha venido a recordarnos que poder ser quiénes somos en realidad debería ser nuestra primera prioridad. Para ser, para brillar, para dar, para ser felices.

Continuará en el 2/2.

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