Como hablar a tus hijos.

hijos, hermanos

Intentaré hablar sobre comunicación sana aplicada a los hijos, con el añadido de que posiblemente, entre esos hermanos pueda que  existan celos. 

Antes que nada, ¿quién que tenga hijos, no ha perdido alguna vez los nervios ante una situación que se haya descontrolado?.

¿ Quién, estando en esa zona tan “inestable” ha sido capaz de no salirse de sus casillas para transmitir de forma lo más equilibrada posible, lo que se quisiera decir en ese preciso momento en el que todo parecía estar sin control?.

Yo, sinceramente, alguna vez, sí, perdí los nervios y no, no pude controlar ciertas situaciones que requerían de alguien que pudiera reconducir dichos momentos en los que la comunicación se volvía completamente inútil, ya que parecía que cada persona estuviera hablando un idioma distinto.

Pero una vez pasa la tormenta, llega la calma y con ella, también llegan las lecciones. 

Primera lección y para mí la más valiosa, tus hijos, tengan 4, 14 o 20 años, son individuos únicos, completamente diferentes entre sí, con necesidades y experiencias vitales personales. Que sean hermanos no significa que deban parecerse, ni tengan que tener las mismas inquietudes o motivaciones, ni que tengan las mismas respuestas a las mismas preguntas.

Esas diferencias, los hace únicos. El peor error que puede cometer un padre o una madre, es compararles. Pero a veces, caes, casi sin darte cuenta en esa trampa y si estás un poco atento, te darás cuenta del daño que eso les hace. 

Para ti, madre o padre primerizo o inexperto, digo inexperto porque no hay manuales para aprender a ser buenos padres ya que se aprende sobre la marcha…comparar al hijo que crees que se está equivocando con el que no, es un recurso fácil en el que se suele caer. 

Piensas, si le muestro como lo sabe hacer su hermano o hermana, se dará cuenta de su error de forma gráfica y fácil, pero quiénes no nos damos cuenta de que nos estamos equivocando somos nosotros, cuando estamos menospreciando, invisibilizando, hasta ridiculizando a ese hijo, el cuál creemos que no está a la altura de ese otro hermano que ponemos como ejemplo. 

Para ti que se lo dices, solo son palabras, destinadas para que simplemente se de cuenta, para él, esas palabras suenan como un jarro de agua fría y lo único que está oyendo es que le quieres menos que a su hermano o hermana. Esa es la traducción literal que tu hijo o hija escucha, mientras que tú, en absoluto le estás diciendo eso. 

A veces ese hijo o hija, te va a contestar que le quieres menos que a su hermano…y tú, asombrada, le dirás que no, que esas cosas son tonterías. Pero el problema, es que lo que se queda grabado a fuego en su alma, en su recuerdo, es esa comparación que se le repite en bucle, lo que él o ella ha sentido en su cuerpo cuando se lo has dicho, porque su interpretación es muy diferente a lo que tú querías decir en un principio. 

Porque una cosa son las palabras y su significado literal y la otra, las huellas que ese significado subjetivo dejan en cada uno de nosotros. 

A veces creo que no somos suficientemente conscientes de ello. Las personas somos seres emocionales, que nos comunicamos a través del lenguaje, pero que vivimos la mayor parte de nuestro día a día en base a lo que sentimos, construimos nuestra identidad, nuestra realidad, en base a esas emociones que estamos experimentando continuamente. 

Necesitamos un lenguaje común para comunicarnos, pero cada persona siente diferente, porque es alguien completamente único. Por tanto, es muy normal que a cada cuál le afecten de forma muy diferente las palabras que oye. 

Además hay algo que debemos tener en cuenta, para nuestros hijos nosotros, sus padres, somos las personas que más deben amarles del mundo, sigan teniendo 4, 14 como 20 años. Si no reciben este mensaje alto y claro, probablemente, todos los demás mensajes los recibirán distorsionados.

Volviendo a mis errores, cuando aprendí a darme cuenta del daño que les hacían ciertas palabras debido a lo que ellos realmente interpretaban de ellas, me di cuenta de su individualidad. Del maravilloso tesoro que es que sean seres únicos. Esa individualidad les hace especiales y por tanto, aprendí que para llegar a hacer grande esa fortaleza que representaba su esencia, debía cuidar mi lenguaje y también,  mi tono.

Me di cuenta que el tono es algo muy importante y que sirve para que ellos interpreten lo que realmente quiero transmitir de la forma correcta. A veces, creo que el tono es más importe quizás, que el propio mensaje.

El lenguaje es lo que nos acerca a las personas.¿ Porqué sino, cuesta tanto que dos personas que no hablan el mismo idioma se sientan cercanas y se puedan llegar a entender?. 

Por tanto, si queremos sentirnos cerca de nuestros hijos o que ellos nos sientan cerca, al menos, para cuando nos necesiten, debemos cuidar nuestro tono y nuestra comunicación, si queremos realmente que esta herramienta esté a nuestro favor.

Para ello hay una regla fácil que parecía que se me había olvidado. Yo también fui hija y debería acordarme de lo que sentía cuando me hablaban mis padres, de lo que me estaban diciendo y lo que yo realmente entendía. 

Esas sensaciones que se tradujeron de esas palabras, se quedaron grabadas en mí. Esas emociones que a veces no supe expresar, siguen ahí, a veces, en forma de heridas, otras en forma de lecciones. 

Ser madre, te hace entender que ser hijo tampoco es fácil. Porque cuando yo fui hija, hubo cosas que dolieron y si no las supe sanar, de alguna forma, ese dolor se lo voy a infligir sin ser consciente a mis hijos.

Cuando a veces, vi en los ojos de mis hijos, el dolor que les supuso mis salidas de tono, mi incapacidad por no saber como expresar ciertas cosas y no saber gestionar ciertas situaciones, me hizo ver el dolor que yo aún tenía pendiente de sanar de mi papel de hija. 

Por tanto, para sanar esas heridas, debía cuidar primero como les transmitía a mis hijos lo que realmente quería decirles, entendiendo que cada uno, desde su individualidad necesitaba que se lo dijera de forma distinta, adaptándome siempre a él o ella. 

Cuando consigues eso, de alguna forma, también estás consiguiendo que entiendan que los celos son innecesarios, porque los miras y los escuchas como ellos necesitan que les escuches, ya que sencillamente, son diferentes, sin comparaciones y entendiendo  su propia individualidad.

Comprendí que una comunicación sana es aquella que entiende que el lenguaje está a merced de las emociones, es decir, está ahí para cuidar la verdadera esencia de cada persona y por tanto, debe adaptarse a ese individuo en concreto.

No hay nada que haga más feliz a un hijo que ver que su padre y madre, le acepta tal cuál es. Que acepta lo que siente y cómo lo siente. Que le valora por ello. Y para eso, podemos decírselo con palabras o sin ellas, pero tenemos que ser conscientes que esas palabras deben tener siempre ese mensaje implícito,  el de la aceptación y el respeto por su forma de ser. 

Puedo decir que mis grandes maestros siempre han sido mis hijos, a través de ellos, a través de sus emociones, aprendo a ver las mías y por tanto, puedo aprender a aceptarlas y a valorarlas, como acepto y valoro las suyas. La comunicación sana para eso, es primordial, es una herramienta valiosísima que me permite comprender lo que cada alma siente y necesita.

Aprendí a curar mis heridas, usando la comunicación sana con mis hijos, porque de la misma forma que intento hablarles a ellos, lo hago conmigo misma.


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